Hoy es todavía
Erick Ramos
Mi diccionario Alemán-Español Langenscheidt (2010) tiene para la palabra «sendero» (Pfad en alemán), un ejemplo poco menos que peculiar, tomando en cuenta que, en todas sus más de mil páginas, uno puede encontrar en realidad muy pocas referencias políticas en su glosario. Dice: «el Sendero Luminoso / der Leuchtende Pfad (peruanische Guerillabewebung Ende des 20. Jh.)» (454).
Puede que no importe mucho que un pequeño diccionario para extranjeros llame al PCP-Sendero Luminoso movimiento guerrillero cuando, sabemos, no lo fue —ni pretendió serlo, de ahí que la CVR advirtiera con perspicacia que siendo tan pocos y estando tan mal armados hayan causado la muerte de más de 31 mil personas, signo inequívoco de su ferocidad excepcional—; sino todo lo contrario: uno de los grupos subversivos y terroristas en efecto más sanguinarios de nuestra historia.
Lo que importa, por supuesto, es cómo definamos nosotros en el Perú la violencia, el caos y el descalabro que significó SL bajo la salvaje dirección ideológica de Abimael Guzmán Reynoso; no sólo luego de veinte años de su captura y de los importantes recordatorios, sino hoy que el embate del terrorismo y el narcotráfico se fusionan rápida y silenciosamente abajo, allá entre las murallas naturales del valle de los ríos Apurímac y Ene, la pobreza extrema y la marginación, mientras que arriba, el país parece andar derechito por un camino de desarrollo sin reconocimiento social ni valoración alguna de la condición humana.
Viendo hace unos días a la hija del ex presidente preso hoy por crímenes de lesa humanidad, Alberto Fujimori, organizar y reconocer a los ex agentes del GEIN en el Congreso de la República uno se pregunta ¿qué demonios valió hablar de la auténtica historia detrás de la mentira de la “pacificación nacional” fujimontecinista, si finalmente se estimula el falso recuerdo de un Presidente Gonzalo capturado por un gobierno delincuente?
Hablemos en serio: la captura de 1992 no derrotó a SL; sólo lo colocó en un extraño patio de mutaciones o cambios de piel. Hoy parece mucho menos reconocible (y visible) pero no me atrevería a decir que mucho menos peligroso. SL vive aún en el fujimorismo, en el deshonesto aprismo de García y la prensa más vil. Está no sólo ahí donde se humilla y se abusa de niños y niñas reclutados, sino cuando la niñez más pobre y el bienestar familiar de las víctimas del terrorismo de Estado nos sigue importando muy poco.
La defensa de la imagen de Guzmán puede muy bien ser incompatible con los valores de una democracia —aunque ésta, en el Perú, no impida la matanza o la negligencia que se cometan en su nombre—; pero altamente concurrente con aquellos reclamos regionales o sindicalistas que busquen atarse al sectarismo, el crimen y, sin que esto sea suficiente, al desconocimiento y debilitamiento de las ya endebles instituciones estatales.
Parafraseando uno de los proverbios del viejo Antonio Machado, «Hoy es siempre todavía», pienso que cada día que pasa es un día en el que todavía no sabemos bien, desde el Presidente de la República hasta el más adolescente (sobre todo aquél que desprecia a sus semejantes), quién fue en realidad Abimael Guzmán y qué fue SL: su más perversa criatura.